domingo, 31 de enero de 2010

Todo paso muy rapido (parte 3)

— ¿Charlie? —aventuré.
Edward sonrió. Poco después escuché los pasos de mi padre. Busqué y tomé su mano con firmeza, mi padre bien podría tolerar eso.
Charlie entró con una caja de pizza en las manos.
—Hola, chicos —me sonrió—. Supuse que querrías tomarte un respiro de cocinar y fregar platos el día de tu cumpleaños. ¿Hay hambre?
Le agradecí, Charlie no hizo ningún comentario sobre la aparente falta de apetito de Edward. Estaba acostumbrado a que no cenara con nosotros.
Edward le Pregunto a Charlie, si podía ir a la fiesta de esta noche
Miré a Charlie con rostro esperanzado. Quizás él tuviera ese tipo de concepto de cumpleaños que consiste en «quedarse en casa», en plan familiar.
—Eso es estupendo, los Mariner juegan con los Fox esta noche —explicó Charlie, y mi esperanza desapareció—, Toma —sacó la cámara que me había comprado por sugerencia de René (ya que necesitaría fotos para llenar mi álbum) y me la lanzó.
Él debería haber sabido mejor que nadie que yo no era ninguna maravilla de coordinación de movimientos. La cámara cayó dando vueltas hacia el suelo. Edward la atrapó en el aire antes de que se estampara contra el linóleo.
Y hablaron y hablaron…
—Que se divirtáis esta noche, chicos —eso era claramente una despedida. Charlie ya se iba camino del salón y de la televisión.
Edward sonrió triunfante y me tomó de la mano, Para salir
Cuando fuimos a buscar mi coche, me abrió la puerta del copiloto y no protesté. Todavía me costaba mucho trabajo encontrar el camino oculto que llevaba a su casa en la oscuridad.
Edward condujo hacia el norte, hacia las afueras de Forks, visiblemente irritado por la escasa velocidad a la que le permitía conducir mi prehistórico Chevrolet. El motor rugía más fuerte de lo habitual mientras intentaba ponerlo a más de ochenta.
—Tómatelo con calma —le advertí.—¿Puedes hacerme un favor?

En el camino fue hablando sobre autos, y criticando a el mio, también me pidió que “me Comportara”
—Probablemente debería avisarte de que...
—Bien, hazlo.
—Cuando digo que todos están emocionados... me refiero a todos ellos.
—¿Todos? —me sofoqué—. Pensé que Emmett y Rosalie estaban en África.
Me sentía terriblemente culpable por la situación. Ya me había dado cuenta de que la prolongada ausencia de Emmett y Rosalie era por mi causa, a pesar de que, sin reconocerlo abiertamente, estaba encantada de no tener que verla. A Emmett, el travieso hermano de Edward, sí que le echaba de menos. En muchos sentidos, se parecía a ese hermano mayor que yo siempre había querido tener..., sólo que era mucho, mucho más amedrentador.
Edward decidió cambiar de tema.
—Así que, si no me dejas regalarte el Audi, ¿no hay nada que quieras por tu cumpleaños?
Mis palabras salieron en un susurro.
—Ya sabes lo que quiero.

—Esta noche, no, Bella. Por favor.
—Bueno, quizás Alice pueda darme lo que quiero.
Edward gruñó; era un sonido profundo y amenazante.
—Este no va a ser tu último cumpleaños, Bella —juró.
—¡Eso no es justo!
Creo que pude oír cómo le rechinaban los dientes.
Estábamos a punto de llegar a la casa. Las luces brillaban con fuerza en los dos primeros pisos. Una larga línea de relucientes farolillos de papel colgaba de los aleros del porche, irradiando un sutil resplandor sobre los cedros que rodeaban la casa. Grandes maceteros de flores —rosas de color rosáceo— se alineaban en las amplias escaleras que conducían al porche.
Gemí.
Edward inspiró profundamente varias veces para calmarse.
—Esto es una fiesta —me recordó—. Intenta ser comprensiva.
—Seguro —murmuré.
Él dio la vuelta al coche para abrirme la puerta y me ofreció su mano.
—Tengo una pregunta.
Esperó con cautela.
—Si revelo esta película —dije mientras jugaba con la cámara entre mis manos—, ¿aparecerás en las fotos?
Edward se echó a reír. Me ayudó a salir del coche, me arrastró casi por las escaleras y todavía estaba riéndose cuando me abrió la puerta.
Todos nos esperaban en el salón y saludaron con «¡Feliz cumpleaños, Bella!», a coro y en voz alta, cuando atravesé la puerta. Enrojecí y clavé la mirada en el suelo. Alice, supuse que había sido ella, había cubierto cada superficie plana con velas rosadas y había docenas de jarrones de cristal llenos con cientos de rosas. Cerca del gran piano de Edward había una mesa con un mantel blanco, sobre el cual estaba el pastel rosa de cumpleaños, más rosas, una pila de platos de cristal y un pequeño montón de regalos envueltos en papel plateado.
Era cien veces peor de lo que pensé.
Edward, al notar mi incomodidad, me pasó un brazo alentador por la cintura y me besó en lo alto de la cabeza.
Esme y Carlisle eran los que estaban más cerca de la puerta. Esme me abrazó con cuidado y me besó en la frente. Entonces, Carlisle me pasó el brazo por los hombros.
—Siento todo esto, Bella —me susurró en un aparte—. No hemos podido contener a Alice.
Rosalie y Emmett estaban detrás de ellos. Ella no sonreía, pero al menos no me miraba con hostilidad. El rostro de Emmett se ensanchó en una gran sonrisa. Habían pasado meses desde la última vez que los vi; había olvidado lo gloriosamente bella que era Rosalie, tanto, que casi dolía mirarla. Y Emmett siempre había sido tan... ¿grande?
—No has cambiado en nada —soltó Emmett con un tono burlón —. Esperaba alguna diferencia perceptible, pero aquí estás, con la cara colorada como siempre.
—Muchísimas gracias, Emmett —le agradecí mientras enrojecía aún más.
Él se rió. Dijo que tenía que salir y me pidió que no me divirtiera en su ausencia.
Alice soltó la mano de Jasper y saltó hacia mí, con todos sus dientes brillando en la viva luz. Jasper también sonreía, pero se mantenía a distancia. Se apoyó, alto y rubio, contra la columna, al pie de las escaleras. Jasper tenía más problemas que los demás a la hora de someterse a la dieta de los Cullen; el olor de la sangre humana le resultaba mucho más irresistible a él que a los demás, a pesar de que llevaba mucho tiempo intentándolo.
—Es la hora de abrir los regalos —declaró Alice. Pasó su mano fría bajo mi codo y me llevó hacia la mesa donde estaban la tarta y los envoltorios plateados.
Puse mi mejor cara de mártir.
Le dije que no quería regalos, pero siguió su camino, Me quitó la cámara de las manos y en su lugar puso una gran caja cuadrada y plateada. Era tan ligera que parecía vacía. La tarjeta de la parte superior decía que era de Emmett, Rosalie y Jasper. Lo Abrí, era una caja para algún aparato electrónico. Pero estaba vacía.
—Mmm... Gracias.
A Rosalie se le escapó una sonrisa. Jasper se rió.
—Es un estéreo para tu coche —explicó—. Emmett lo está instalando ahora mismo para que no puedas devolverlo.
Alice siempre iba un paso por delante de mí.
Les agradecí, y a Emmett le tuve que gritar un poco.
—Abre ahora el de Edward y el mío —dijo Alice, con una voz que había adquirido un tono agudo. Tenía en la mano un paquete pequeño
Me volví y le lancé a Edward una mirada de basilisco.
—Lo prometiste.
Antes de que pudiera contestar, Emmett apareció en la puerta.
—¡Justo a tiempo! —alardeó y se colocó detrás de Jasper, que se había acercado más de lo habitual para poder ver mejor.
—No me he gastado un centavo —me aseguró. Y me volví asía Alice
—Dámelo —suspiré.
Emmett rió entre dientes con placer.
Tomé el pequeño paquete, dirigiendo los ojos a Edward mientras deslizaba el dedo bajo el filo del papel y jalaba.
—¡Maldita sea! —murmuré, cuando el papel me cortó el dedo. Lo alcé para examinar el daño. Sólo salía una gota de sangre del pequeño corte.
Entonces, todo pasó muy rápido.
—¡No! —rugió Edward.
Se arrojó sobre mí, lanzándome contra la mesa. Las dos nos caímos, tirando al suelo el pastel y los regalos, las flores y los platos. Aterricé en un montón de cristales hechos añicos.
Jasper chocó contra Edward y el sonido pareció el golpear de dos rocas.
También hubo otro ruido, un gruñido animal que parecía proceder de la profundidad del pecho de Jasper. Éste intentó empujar a Edward a un lado y sus dientes chasquearon a pocos centímetros de su rostro.
Al segundo siguiente, Emmett agarraba a Jasper desde detrás, sujetándolo con su abrazo de hierro, pero Jasper se debatía desesperadamente, con sus ojos salvajes, de expresión vacía fijos exclusivamente en mí.
No sólo estaba en estado de shock, sino que también sentía pena. Caí al suelo cerca del piano, con los brazos extendidos de forma instintiva para parar mi caída entre los trozos irregulares de cristal. Justo en aquel momento sentí un dolor agudo y punzante que me subió desde la muñeca hasta el pliegue del codo.
Aturdida y desorientada, miré la brillante sangre roja que salía de mi brazo y después a los ojos enfebrecidos de seis vampiros repentinamente hambrientos.


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Fin del Resumen Nº 3 !! xD Hasta que lleguemos al despertar =)

jijiji Espero que les guste Ocaso !

Y También se pasen por las otras entradas...

Mi otra mitad!

Mi Vampiro!

Y las demás que encontraran en la pagina principal !

Un Millon de Besos Vampiricos

ATT: Gelly y Mafeziita ( ella y yo resumimos =) )

2 comentarios:

  1. oola!!
    te kedo bn el resumen
    jajaj
    publika pronto plzz
    bye bye!!

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  2. hey ya estare siguiendo todos tus blogs lo prometo! xau nos vemos hasta la proxima publicacion

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