lunes, 22 de febrero de 2010

Todo paso muy rapido (parte 5)

A la mañana siguiente me sentía fatal: No había dormido bien el brazo me ardía y tenía un dolor en la cabeza tremenda. El hecho de que Edward se mostrara dulce pero distante antes de escabullirse por la ventana no mejoro mis perspectivas. Le tenía pavor a lo que hubiera pensado sobre el bien y el mal mientras yo dormía. La ansiedad parecía aumentar el dolor de mis sienes.

Edward me esperaba como siempre en la escuela, pero su rostro evidenciaba que algo no hiba bien. En sus ojos había algo oculto que me asustaba y me daba inseguridad, no quería hablar sobre el día pasado pero estaba convencida que las cosas serian peor si rehuía el asunto.

Me abrió la puerta del carro

-¿Qué tal te sientes?

-Muy bien – mentí.

Caminamos en silencio, mi mente divagaba entre muchas preguntas que tenia que hacerle… Pero mejor tendría que hacérselas a Alice, ¿Cómo estaba Jasper esta mañana? y otras mas…

Transcurrió la mañana muy despacio. Me moría de ganas de ver a Alice y hablarle aunque sabía que no podía por la presencia de Edward que continuaba distante… Cuando me preguntaba por el brazo yo mentía.

A menudo Alice nos esperaba en el almuerzo pero hoy no estaba con una bandeja de comida al frente que no iba a probar.

Edward no explico su ausencia, supuse que sería porque su clase se atraso pero salieron sus compañeros de la clase de francés.

-¿Dónde está Alice? – le pregunte a Edward con nerviosismo. Vacilo para contestar

-Esta con Jasper

-¿Y el está bien?

-Se fue por una temporada.

-¡¿Qué?! ¿Adónde?

Edward se encogió de hombros.

-A ningún lado en especial

-Y Alice también – dije con resignación desesperada. Claro si Jasper la necesitaba ella iría

-Si, también se fue por un tiempo. Intentaba convencerlo de que fuera a Denali

Denali era el lugar donde vivía la otra comunidad de vampiros de gente buena como los Cullen, integrada por Tanya y su familia.

Suspire triste, había logrado sacar a Alice y Jasper como a Rosalie y a Emmett; era una plaga.

-¿Te molesta el brazo? – pregunto solicito

-¿A quién le importa mi estúpido brazo? – pregunte irritada

No contesto y yo deje caer la cabeza sobre la mesa.

Al final del día el silencio se había convertido en algo ridículo. Yo no quería romperlo pero como estaba yendo tendría que hacerlo si quería que me volviera a hablar.

-¿Vendrás luego por la noche? – pregunte

-¿Por la noche?

Me agrado que pareciera sorprendido

-Tengo que trabajar

-Oh – murmuro el

-Vendrás luego cuando este en casa ¿no? – pregunte, me sentía insegura de su respuesta. Lo odiaba

-Si quieres que valla…

-Siempre quiero que vengas- le recordé con más de la intensidad necesaria.

Esperaba que se riera o sonriera pero solo dijo con indiferencia:

-De acuerdo, está bien.

Me dio un beso en la frente antes de cerrar la puerta he irse a zancadas a su coche con su elegancia habitual.

Conseguí salir del estacionamiento dominando mi pánico y llegue a mi trabajo el local de los Newton hiperventilando.

Me dije que el solo necesitaba tiempo lograría reponerse. Tal vez la dispersión de su familia tendría algo que ver, pero volverían pronto. Si servía de algo no volvería poner un pie en esa casa. Igual seguiría viendo a Alice en la escuela porque… tendría que volver ¿no? Además sin duda vería a Carlisle en la sala de urgencias.

Después de todo lo sucedido ayer carecía de importancia. En realidad no había ocurrido nada, solo otra de mis caídas; la historia de mi vida… Lo compare con la primavera pasada con James, casi muero por la pérdida de sangre pero Edward se había sobrepuesto a eso, ¿Por qué a esto no? ¿Será porque no hay enemigo del cual protegerme? ¿O porque era su hermano?

Quizá sería mejor que nos fuéramos lejos, sería mejor que continuar dispersando a su familia; se me paso un poco el abatimiento cuando lo considere todo en su conjunto. Irnos y decir que nos fuimos a la universidad como Emmett y Rosalie. Me sentí por fin lista para salir del coche e ir a la tienda de los Newton, cuando entre Mike se me adelanto y me saludo cuando entre, mis pensamientos volaban entre la posibilidad de irme con Edward. La tarde transcurrió normalmente.

Me alivio rotundamente ver el auto de Edward aparcado en mi casa. Me molesto profundamente sentirme así. Me encamine deprisa hacia la puerta cuando la abrí empecé a llamar:

-¿Papa? ¿Edward?

Mientras hablaba escuche el sonido de la televisión en mi sala.

-Estoy aquí – contesto Charlie a gritos

Colgué mi impermeable y corrí prácticamente a la sala, mi padre estaba sentado en el sofá viendo fijamente la televisión y también Edward; esa era una actitud de mi padre, pero no de Edward.

-Hola – dije débilmente

-Hola Bella – contesto mi padre sin apartar los ojos de la TV – queda pizza fría, creo que todavía está en la mesa

-De acuerdo

Espere en el vestíbulo, finalmente Edward me volteo a ver y me sonrió educadamente.

-Ahora voy contigo – me prometió y volteo de nuevo

Permanecí allí, muda de asombro, casi un minuto sin que ninguno de ellos se diera cuenta. Experimente una sensación, tal vez de pánico, creciendo en mi pecho. Corrí a la cocina

Me senté en la silla y subí mis rodillas rodeándola con mis brazos. Algo iba muy mal, quizás mucho peor de lo que pensaba, todavía llegaban los sonidos de la sala de la televisión.

Estaba pensando detenidamente en todo lo que pasaba… Mis soluciones y problemas… estaba muy, muy preocupada.

En la mesa vi, el álbum de fotos que me regalo Renée y la cámara de Charlie que me regalo, la roce con las yemas del los dedos y apoye mi mejilla en mi rodilla. Quería dejar un testimonio sobre mi vida aquí, porque tal vez no transcurriera mucho tiempo antes de que tuviera que abandonar Forks.

Juguetee con la correa de la cámara mientras recordaba la primera foto, me rei entre dientes recordando su cara despreocupada de la noche anterior. La risa desapareció… ¡Había cambiado tanto y con tanta rapidez…!

No quería pensar más en ello, tome la cámara y subí las escaleras

Saque una instantánea de la habitación aunque no había cambiado mucho a lo largo de los diecisiete años. No había mucho más que fotografiar ya que la noche era cerrada; sin embargo el sentimiento….


**********************************


Los resumenes murieron hay xD

ES QUE TODOS LO HAN LEIDO =S

Si no leanlo aka!

http://luz-welcometoforks.blogspot.com/

Vaaa???

Buenoo me dicen si quieren los resumenes o que empecemos con la historia de una!

ME DICEN

NOS DICEN

vaaaa???

Buenooo kisitooos!

=)

Att: Gelly y Mafeziita!





lunes, 1 de febrero de 2010

Todo paso muy rapido (parte 4)

Carlisle fue el único que conservó la calma. En la autoridad de su voz se acumulaban siglos de experiencia adquirida en salas de urgencias. Pidió que se llevaran a Jasper, y Emmett asintió, El tenía una expresión demente en los ojos. Continuó resistiéndose contra Emmett. Se debatió e intentó alcanzar a su hermano con los colmillos. El rostro de Edward estaba blanco como la cal cuando rodó para cubrir con su cuerpo el mío en una posición claramente defensiva. Estaba segura de que en ese momento no respiraba.
Rosalie, la de rostro divino, se puso delante de Jasper,
y ayudó a Emmett en su forcejeo para sacarlo por la puerta de cristal que Esme sostenía abierta, aunque sin dejar de taparse la nariz y la boca con una mano.
El rostro en forma de corazón de Esme parecía avergonzado.
Se disculpó entre sollozos antes de seguir a los demás hasta el patio.
—Deja que me acerque, Edward —murmuró Carlisle.
Paso un segundo antes de que Edward asintiera y relajara la postura.
Carlisle se arrodilló a mi lado y se inclinó para examinarme el brazo. Mi rostro aún mostraba la conmoción de la caída así que intenté recomponerme un poco.
El le dijo algo a Alice que no me intereso prestar atención.
Me pregunto si me llevaba al hospital pero le pedí que me curara aquí

—Te traeré el maletín —se ofreció Alice.
—Vamos a llevarla a la mesa de la cocina —le sugirió Carlisle a Edward.
Edward me levantó sin esfuerzo; Carlisle mantuvo firme la presión sobre mi brazo y me preguntó:
—¿Cómo te encuentras, Bella?
—Estoy bien —mi voz sonó razonablemente firme, lo cual me agradó.
El rostro de Edward parecía tallado en piedra.
Alice ya se encontraba allí. El maletín de Carlisle estaba encima de la mesa, Edward me sentó con dulzura en una silla. Carlisle acercó otra y se puso a trabajar sin hacer pausa alguna.
Edward permaneció de pie a mi lado, todavía alerta, aunque continuaba sin respirar.
—Sal, Edward —suspiré.
Se negó pero su mandíbula estaba rígida y sus ojos ardían con la intensidad de la sed contra la que luchaba, una sed aún peor que la de los demás.
—No tienes por qué comportarte como un héroe. Carlisle puede curarme sin tu ayuda. Sal a tomar un poco el aire.
Hice un gesto de malestar cuando Carlisle me hizo algo en el brazo que dolió.
—Me quedaré —decidió él.
Alice y Carlisle lo convencieron no sé cómo
Edward entrecerró los ojos como si pensara que nos habíamos confabulado contra él, pero finalmente, asintió y salió sin hacer ruido por la puerta trasera de la cocina.
Carlisle siguió trabajando, y Alice no pudo resistirse así que tuvo que salir de la habitación.
—Bien, ya no queda nadie —suspiré—. Está claro que soy capaz de desalojar una habitación.
—No es culpa tuya —me consoló Carlisle sonriendo entre dientes—. Podría pasarle a cualquiera.
—Podría —repetí—, pero casualmente sólo me pasa a mí.
Él volvió a reírse.
—¿Cómo puedes hacer esto? —le pregunté—. Incluso Alice y Esme... —mi voz se extinguió y sacudí la cabeza maravillada.
—Son años y años de práctica —me explicó—, ya casi no noto el olor.
—¿Crees que te resultaría más difícil si abandonaras el hospital durante un periodo largo de tiempo y no tuvieras alrededor tanta sangre?
—Quizás —se encogió de hombros —. Aunque... nunca he sentido la necesidad de tomarme unas largas vacaciones —me dirigió una brillante sonrisa—. Me gusta demasiado mi trabajo.
Tic, tic, tic. Me sorprendía la cantidad de cristales que parecía haber en mi brazo

—¿Y qué es lo que te gusta de tu trabajo? —le pregunté en voz alta

Sus ojos oscuros se mostraban tranquilos y pensativos cuando me contestó:
—MMM. Disfruto especialmente cuando mis habilidades... especiales me permiten salvar a alguien que de otro modo… - y no preste mucha atención,
un lado de su boca se elevó en una media sonrisa.
—Que, al fin y al cabo, no es culpa tuya —sugerí, mientras comenzaba a sentir una nueva clase de pinchazos en los bordes de la herida—. Lo que quiero decir es que tú no pediste esto. No escogiste esta clase de vida y, aun así, has de luchar mucho para superarte a ti mismo.
—No creo que intente compensar a nadie —me contradijo con dulzura—. Como todo el mundo, sólo he tenido que decidir qué hacer con lo que me ha tocado en la vida.
—Haces que suene demasiado fácil.
Examinó de nuevo mi brazo.
—Muy bien —dijo mientras cortaba el hilo—. Terminado.
Sacó un gran bastoncillo de algodón y lo empapó en un líquido parecido al jarabe que luego me extendió por toda la zona herida. El olor era extraño e hizo que me diera vueltas la cabeza. El jarabe me manchó el brazo.

—Estoy seguro de que esto suena un poco extraño, procediendo de un vampiro —sonrió al percatarse de que siempre me sorprendía cuando él mencionaba la palabra con tanta naturalidad—, pero albergo la esperanza de que esta vida tenga algún sentido, incluso para nosotros. Es una posibilidad remota, lo admito —continuó con voz brusca—. Según dicen, estamos malditos de todas formas, pero espero, quizás estúpidamente, que alcancemos un cierto mérito por intentarlo.
—No creo que sea una estupidez —murmuré. No me podía imaginar a nadie, que no se sintiera impresionado por Carlisle —. Y tampoco creo que nadie lo vea así.
—Pues, tú eres la única que está de acuerdo conmigo.
— ¿Los demás no lo ven igual? —pregunté sorprendida; en realidad, sólo pensaba en una persona.
Carlisle nuevamente adivinó la dirección de mis pensamientos.
—Edward sólo comparte mi opinión hasta cierto punto. Para él, Dios y el cielo existen... al igual que el infierno. Pero no cree que haya vida tras la muerte para nosotros —Carlisle hablaba en voz muy baja. Su mirada se perdía a través de la ventana en el vacío, en la oscuridad—. Ya ves, él cree que hemos perdido el alma.
Pensé inmediatamente en las palabras de Edward esa misma tarde: ...a menos que desees morir, o lo que sea que nosotros hagamos. Una bombilla se encendió en mi mente.
—Ése es el problema, ¿no? —intenté adivinar—. Por eso resulta tan difícil persuadirle en lo que a mí respecta.
Carlisle respondió pausadamente.
—Miro a mi... hijo, veo la fuerza, la bondad, la luz que emana, y eso todavía da más fuerzas a mi esperanza, a mi fe, más que nunca. ¿Cómo podría ser de otra manera con una persona como Edward?
Asentí con la misma confianza.
—Pero si yo creyera lo mismo que él... —me miró con sus ojos insondables—. Si tú creyeras lo mismo que él, ¿le quitarías su alma?
La forma en que enunció la pregunta desbarató mi respuesta.
—Supongo que ves el problema.
Negué con la cabeza, consciente de la posición terca de mi barbilla.
Carlisle suspiró.
—Es mi elección —insistí.
—También es la suya —levantó la mano —, desde el momento en que él es el responsable de hacerlo.
—No es el único capaz de hacerlo —fijé una mirada en él, que se echó a reír, aligerando repentinamente su humor.
—¡Oh, no, me parece que has de solucionarlo con él! —entonces suspiró—. Ésta es la parte de la que nunca puedo estar seguro. En muchos otros sentidos, creo que he hecho lo mejor que he podido con lo que me ha tocado. Pero ¿es correcto maldecir a otros con esta clase de vida? No podría tomar esa decisión.
No pude contestar. Imaginé lo que podría haber sido mi vida si Carlisle hubiera resistido la tentación de cambiar su vida solitaria... y me estremecí.
- Supongo que ahora debo llevarte a casa.
—Yo lo haré —intervino Edward, que entró en el salón en penumbra y se acercó despacio hacia mí. Su rostro estaba en calma, impasible, pero había algo raro en sus ojos, algo que intentaba esconder con todo su empeño. Sentí un incómodo espasmo en el estómago.
—Carlisle me puede llevar —contesté. Me miré la blusa; la tela de algodón azul claro estaba moteada con manchas de sangre. El hombro derecho lo tenía cubierto con una capa espesa de una especie de glaseado rosa.
—Estoy bien —repuso con voz inexpresiva—. En cualquier caso, debes cambiarte de ropa. Le diré a Alice que te preste algo.
Salió a grandes zancadas por la puerta de la cocina.
Miré a Carlisle con ansiedad.
—Está muy disgustado.
—Sí —coincidió Carlisle—. Esta noche ha ocurrido precisamente lo que más teme, que te veas en peligro debido a lo que somos.
—No es culpa suya.
—Tampoco tuya.
Desvié la mirada de sus ojos sabios y hermosos. No podía estar de acuerdo con eso.
Carlisle me ofreció la mano para ayudarme a levantar de la mesa. Le seguí hacia la habitación principal. Esme había regresado y se había puesto a limpiar en donde paso todo—Esme, déjame que lo haga —pude sentir que enrojecía otra vez.
—Ya casi he terminado —me sonrió—. ¿Qué tal estás?
—Estoy bien —le aseguré—. Carlisle cose mucho más deprisa que cualquier otro doctor de los que conozco.
Ambas reímos entre dientes.
Alice y Edward entraron por la puerta trasera. Alice se apresuró a acudir a mi lado, pero Edward se rezagó, con una expresión indescifrable.
—Venga, vamos —me dijo—. Te daré algo menos macabro para que te lo pongas.
Encontró una blusa de Esme de un color muy parecido a la mía. El largo vendaje blanco del brazo no parecía ni la mitad de serio una vez que dejé de estar salpicada de sangre. Charlie ya nunca se sorprendía de verme vendada.
—Alice —susurré cuando ella se dirigió hacia la puerta.
— ¿Sí?
— ¿Cómo está Jasper?
Ella suspiró.
—No se siente muy orgulloso de sí mismo. Todo esto supone un gran reto para él, y odia sentirse débil.
—No es culpa suya. Dile que no estoy enfadada con él, en absoluto, ¿se lo dirás?
—Claro.
Edward me esperaba en la puerta principal. La abrió —sin despegar los labios— en cuanto llegué al pie de la escalera.
Alice me recordó los regalos, y me los dio.
Esme y Carlisle se despidieron con un tranquilo «buenas noches». Advertí las miradas furtivas que dirigían a la expresión impasible de su hijo, igual que las mías.
Fue un alivio salir afuera. Me apresuré a dejar atrás los farolillos y las rosas, ahora recuerdos incómodos. Edward se adaptó a mi ritmo sin decir ni una palabra. Me abrió la puerta del copiloto y subí sin quejarme.
Había un gran lazo rojo en torno al nuevo aparato estéreo del salpicadero. Quité el lazo y lo arrojé al suelo. Edward se sentó al volante mientras lo escondía debajo de mi asiento... Condujo con rapidez por el sinuoso camino.
El silencio me estaba volviendo loco.
—Di algo —supliqué al fin, cuando enfilaba hacia la carretera.
— ¿Qué quieres que diga? —preguntó con indiferencia.
Me acobardé ante su tono distante.
—Dime que me perdonas.
Esto hizo que su rostro se agitara con una chispa de vida, una chispa de ira.
— ¿Perdonarte? ¿Por qué?
—Nada de esto hubiera ocurrido si hubiera tenido más cuidado.
—Bella, te has cortado con un papel. No es como para merecer la pena de muerte.
—Sigue siendo culpa mía.
Mis palabras demolieron la barrera que contenía sus emociones.
— ¿Culpa tuya? ¿Qué hubiera sido lo peor que te hubiera podido pasar de haberte cortado en la casa de Mike Newton, con tus amigas humanas, Ángela y Jessica? Si hubieras tropezado y te hubieras caído sobre una pila de platos de cristal sin que nadie te hubiera empujado, ¿qué es lo peor que te hubiera podido pasar? ¿Manchar de sangre los asientos del coche mientras te llevaban a urgencias? Mike Newton te hubiera tomado la mano mientras te cosían sin tener que combatir contra el ansia de matarte todo el tiempo que hubieras permanecido allí. No intentes culparte por nada de esto, Bella. Sólo conseguirás que todavía me sienta
aun más disgustado.
— ¿Cómo es que ha entrado Mike Newton en esta conversación? —inquirí.
—Mike Newton ha aparecido en esta conversación porque, maldita sea, él te hubiera convenido mucho más que yo —gruñó.
—Preferiría morir antes que terminar con Mike Newton —protesté
—No te pongas melodramática, por favor.
—Vale; entonces, no seas ridículo.
No me contestó. Miró a través del cristal delantero con una expresión furibunda.
Ya habíamos llegado a casa, apagó el motor, sin apartar las manos que apretaban el volante.
— ¿Te quedarás esta noche? —le pregunté.
—Debería irme a casa.
Lo último que quería era que se marchara para seguir regodeándose en el remordimiento.
—Sólo por mi cumpleaños —le presioné.
—No puedes tener las dos cosas, o quieres que la gente ignore tu cumpleaños o no lo quieres. Una cosa u otra.
Su voz sonaba severa, pero no tan seria como antes. Para mis adentros, suspiré con alivio.
—De acuerdo. Acabo de decidir que no quiero que ignores mi cumpleaños. Te veré arriba.
Me volví un momento para recoger mis paquetes. El frunció el ceño.
Me dijo que no era necesario pero yo insistí, asi que me dijo que él los llevaría a mi habitación.
Yo sonreí.
—Gracias.
—Feliz cumpleaños —suspiró y se inclinó para rozar mis labios con los suyos.
Me puse de puntillas para prolongar el beso, pero él se retiró, sonrió con esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba y desapareció en la oscuridad.
El juego no se había acabado. Tan pronto como traspasé la puerta principal, sonó el timbre que anunciaba mi llegada por encima del parloteo del gentío en la televisión.

Una conversación aburrida vino hasta que pregunto:
— ¿Qué le ha pasado a tu brazo?
Enrojecí y maldije en mi fuero interno.
—Resbalé, pero no ha sido nada.
—Ay, Bella —suspiró él al tiempo que sacudía la cabeza.
—Buenas noches, papá.
Me apresuré hacia el baño, donde guardaba mi pijama para noches como éstas. Me vestí, me lavé la cara con una mano, los dientes, y me precipité a mi habitación.
Estaba sentado en el centro de mi cama sin dejar de juguetear ociosamente con una de las cajas plateadas.
—Hola —dijo con voz apenada; parecía regodearse en la tristeza.
Me fui a la cama, le quité los regalos de las manos y me senté en su regazo.
—Hola —me acurruqué contra su pecho.- ¿Puedo abrir mis regalos ahora?
— ¿A qué viene tanto entusiasmo repentino? —me preguntó.
—Has despertado mi curiosidad.
Tomé en primer lugar el paquete plano y alargado; suponía que era el regalo de Carlisle y Esme.
—Déjame —sugirió él. Me lo quitó de las manos, rompió el papel con un movimiento fluido y me devolvió una caja blanca rectangular.
Dentro de la caja había una larga pieza de papel grueso con una agobiante cantidad de letra impresa de gran calidad. Me llevó un minuto comprender lo fundamental de la información.
— ¿Vamos a ir a Jacksonville? —me emocioné a mi pesar. Era un vale para billetes de avión, para ambos.
—Esa es la idea.
—No puedo creerlo. ¡Renée se va poner loca de contento! ¿Seguro que no te importa? Es un lugar soleado y tendrás que estar dentro todo el día.
—Creo que me las apañaré —contestó, pero luego frunció el ceño—. Te habría obligado a abrirlo delante de Carlisle y Esme de haberme imaginado que corresponderías con tanto entusiasmo a un regalo como éste. Pensé que protestarías.
—Bueno, es cierto que es excesivo. Pero ¡lo aceptaría sólo por llevarte conmigo!
Se rió entre dientes.
Dejé los billetes a un lado y tomé su regalo, ya que mi curiosidad se había reavivado. Me lo quitó de las manos y lo desenvolvió como el primero.
Me devolvió un estuche de regalo para CD con un disco virgen plateado en el interior.
— ¿Qué es? —pregunté, perpleja... Tomó el CD y se alzó sobre mí para ponerlo en el reproductor que había en la mesilla de noche. Pulsó el botón de play y esperamos en silencio. Entonces, empezó a sonar la música.
Escuché con los ojos como platos y sin poder articular palabra. Supe que él esperaba mi reacción, pero fui incapaz de hablar. Se me llenaron los ojos de lágrimas y alcé la mano para limpiármelas antes de que empezaran a derramarse.
— ¿Te duele el brazo? —me preguntó con ansiedad.
—No, no es mi brazo. Es precioso, Edward. No me podías haber regalado nada que me gustara más. No puedo creerlo.
Me callé, porque quería seguir escuchando la música. Su música. La había compuesto él.
—Supuse que no me dejarías traer aquí un piano para interpretarla —me explicó.
—Tienes razón.
— ¿Te duele el brazo?
—Está bastante bien

—Te traeré un Tylenol.
—No necesito nada —protesté, pero me desligó de su regazo y se dirigió a la puerta.
—Charlie —susurré
—No me verá —prometió Edward mientras desaparecía silenciosamente por la puerta. Volvió a tiempo de sujetarla antes de que el borde llegara a tocar el marco. Traía una caja de pastillas en una mano y un vaso de agua en la otra.
Tomé las pastillas que me dio sin protestar, ya que sabía que perdería en la discusión. Además, el brazo me molestaba de veras.
Mi nana continuaba sonando de fondo, dulce y encantadora.
—Es tarde —señaló Edward. Me alzó por encima de la cama con un brazo y con el otro abrió la cama. Me acostó y se acostó a mi lado, pero encima de la ropa de cama de modo que no me quedara congelada y me pasó el brazo por encima.
Apoyé la cabeza en su hombro y suspiré, feliz.
—Gracias otra vez —susurré.
—No hay de qué.
Nos quedamos sin movernos ni hablar durante un buen rato, hasta que la nana llegó a su fin y comenzó otra canción.
— ¿En qué estás pensando? —le pregunté con un murmullo.
Dudó un segundo antes de contestarme.
—Estaba pensando en el bien y el mal.
Un escalofrío me recorrió la columna.
— ¿Te acuerdas de cuando decidí que no quería que ignoraras mi cumpleaños? —le pregunté enseguida en un intento de distraerlo
—Sí —admitió con cautela.
—Bien, estaba pensando... que ya que todavía es mi cumpleaños, quería que me besaras otra vez.
—Pues sí que estás antojadiza esta noche.
—Pues sí, pero claro, no tienes que hacer nada que no quieras —añadí, picada.
Rió y después suspiró.
—Que el cielo me impida hacer aquello que no quiera —repuso con una extraña desesperación en la voz mientras ponía el dedo bajo mi barbilla y alzaba mi rostro hacia el suyo.
El beso empezó del modo habitual, Edward procuraba tener el mismo cuidado de siempre y mi corazón reaccionaba de forma como de costumbre. Entonces, algo pareció cambiar. De pronto, sus labios se volvieron más insistentes y su mano libre se enredó en mi pelo aferrando mi cabeza firmemente contra la suya. Agarré su pelo con mis manos; estaba cruzando los límites impuestos por su cautela, sin duda, pero esta vez no me detuvo. Sentí su frío cuerpo a través de la fina colcha, y me apreté con deseo contra él.
Cuando se apartó me empujó hacia atrás con manos amables, pero firmes.
Me desplomé en la almohada, con la cabeza dándome vueltas. Algo intentaba asomar en los límites de mi memoria, pero se me escapaba...
—Lo siento —dijo él, también sin aliento—. Esto es pasarse de la raya.
—A mí no me importa en absoluto —resollé.
Frunció el ceño.
—Intenta dormir, Bella.
—No, quiero que me beses otra vez.
—Sobrestimas mi autocontrol.
— ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? —le desafié.
—Hay un empate —sonrió ampliamente a pesar de sí mismo y se puso serio otra vez—. Y ahora, ¿por qué no dejas de tentar a la suerte y te duermes?
—Vale —asentí mientras me acurrucaba junto a él. Me sentía realmente exhausta.
Estaba medio dormida, más bien casi del todo, cuando me di cuenta de qué era lo que me había recordado su beso: la pasada primavera, cuando tuvo que dejarme para intentar apartar a James de mi pista, Edward me había besado como despedida, sin saber cuándo o si nos veríamos de nuevo. Este beso había tenido el mismo sabor doloroso por alguna razón que no acertaba a imaginar. Me sumí en una inconsciencia inquieta, como si ya tuviera una pesadilla.

*********************************************

Hahaha Bueno que resumen mas largo no creen??

Jijiji BuenoO Luego mañana o el miercoles subo el otro =)

Resumidas por mafeziita y yo xD

Att: Gelly